
Un poco de
Historia
Caballeros, espadachines y juglares atraviesan siglos y siglos para pisar de nuevo el histórico empedrado saguntino. El medievo reaparece haciendo frente a la modernidad, la magia se abre paso mediante ceremonias oscuras de brujas y elfos y los duelos se deciden a caballo. Esto se vuelve real gracias a la atmósfera histórica que desprende Sigüenza, escenario vivo y vibrante que en sus Jornadas Medievales se vuelve relato y leyenda.
Turismo

Empaparse de historia aquí es sencillo, solo hay que caminar entre sus esbeltas murallas románicas; recorrer el castillo, cuyas primeras piedras fueron colocadas por los visigodos; o descubrir lo que fue una universidad medieval, donde alguna vez inspiró a teólogos y artistas.
En Sigüenza no estamos solos, celtíberos, romanos, visigodos y árabes dejaron su impronta y el pasado remoto se entremezcla a nuestro paso entre las subidas y bajadas de esta pintoresca ciudad. En este ambiente histórico, impresiona como su piedra rosada va cambiando de color según el día sucumbe al atardecer, que se muestra espectacular a ojos del visitante.
Conocer los entresijos de la ciudad es realmente agradable, sus casas de piedra y sus calles empredadas y sinuosas, denominadas travesañas, dan tranquilidad. En su Plaza Mayor, una de las más bellas plazas castellanas, construida para ubicar el mercado semanal, hoy en día encontramos el Palacio de los Deanes convertido en sede actual del Ayuntamiento, compuesto por una doble hilera de arcos y galerías.
Continuando el animado paseo damos con la Alameda, centro neurálgico de la ciudad donde pasear y relajarse, hallamos un amplio espacio natural donde conviven distintos elementos arquitectónicos con más de 200 años y elementos vegetales convenientemente cuidados y protegidos. Nos detenemos en El Monasterio de Nuestra Señora de los Huertos que reviste especial interés, no sólo por los dulces elaborados con mimo[...]
Empaparse de historia aquí es sencillo, solo hay que caminar entre sus esbeltas murallas románicas; recorrer el castillo, cuyas primeras piedras fueron colocadas por los visigodos; o descubrir lo que fue una universidad medieval, donde alguna vez inspiró a teólogos y artistas.
En Sigüenza no estamos solos, celtíberos, romanos, visigodos y árabes dejaron su impronta y el pasado remoto se entremezcla a nuestro paso entre las subidas y bajadas de esta pintoresca ciudad. En este ambiente histórico, impresiona como su piedra rosada va cambiando de color según el día sucumbe al atardecer, que se muestra espectacular a ojos del visitante.
Conocer los entresijos de la ciudad es realmente agradable, sus casas de piedra y sus calles empredadas y sinuosas, denominadas travesañas, dan tranquilidad. En su Plaza Mayor, una de las más bellas plazas castellanas, construida para ubicar el mercado semanal, hoy en día encontramos el Palacio de los Deanes convertido en sede actual del Ayuntamiento, compuesto por una doble hilera de arcos y galerías.
Continuando el animado paseo damos con la Alameda, centro neurálgico de la ciudad donde pasear y relajarse, hallamos un amplio espacio natural donde conviven distintos elementos arquitectónicos con más de 200 años y elementos vegetales convenientemente cuidados y protegidos. Nos detenemos en El Monasterio de Nuestra Señora de los Huertos que reviste especial interés, no sólo por los dulces elaborados con mimo por la orden de las Clarisas, sino por ser un ejemplo destacado del estilo renacentista y albergar una colección de arte religioso y objetos históricos relacionados con la orden religiosa.
Restablecido el ánimo con un delicioso bizcocho de nueces llegamos a la catedral de Sigüenza, una joya arquitectónica. Resulta fascinante recorrer el claustro, contemplar la necrópolis medieval o deleitarse con los tapices flamencos y el custodiado cuadro de El Greco. De la sacristía al coro, pasando por las capillas funerarias y el retablo de Santa Librada, la catedral se erige como un bastión artístico e histórico que representa la esencia medieval de la ciudad seguntina.
De camino al majestuoso castillo decidimos hacer una parada en la Casa del Doncel, ubicada en el corazón de la ciudad es un bello edificio de estilo gótico que se asemeja a una casa-torre. Cuenta con un interior bellísimo recientemente rehabilitado por la Universidad de Alcalá de Henares, donde resaltan sin duda sus salones decorados con cenefas mudéjares, separados por estilizados arcos de yeserías.
Por fin nos presentamos ante el solemne castillo del siglo XII, reconvertido hoy en un hospitalario Parador, domina la ciudad desde lo alto, imponente y sugestivo, descubriendo de un solo vistazo correrías remotas. Las habitaciones con balcones de madera y el comedor abovedado hacen viajar al huésped al pasado medieval. Refugio de árabes, hogar de obispos renacentistas, cobijo de franceses napoleónicos o cuartel de la Guardia Civil, alberga gran parte de la historia de la región.
Pasear por sus calles estrechas es respirar aires de capa y espada, pero además, la ciudad vive rodeada de un entorno privilegiado. Resulta arrobador descubrir los barrancos, cuevas y cascadas que deja a su paso el río Dulce en el parque natural al que da nombre. Los senderos de la hoz de este río y los paisajes que nos regalan sus miradores son de una belleza indiscutible. Aventurarse en sus bosques y caminar entre chopos y sauces a la búsqueda de buitres leonados o águilas reales es adentrarse en un lugar mágico.
Podemos remontarnos a un pasado más antiguo accediendo al castro celtíbero en el pinar de Sigüenza. Todavía se conservan notables restos de la muralla, el foso y del sistema defensivo característico que utilizaban. Es lo bastante interesante y sugerente como para transportarnos a un ambiente primitivo, además de poder disfrutar de las vistas excepcionales desde el cerro.
Sigüenza se erige como un enclave acogedor, una mirada cuidada al pasado que destaca por su valor artístico y arquitectónico.
Gastronomía

Es fácil dejarse llevar por las calles de esta localidad y perder la noción del tiempo, quedándose absorto, tratando de averiguar la historia y todo lo que hay detrás de cada escudo y cada detalle de sus casas nobles. Sin embargo, llega la hora del almuerzo y desde las propias calles se puede apreciar aromas que ponen en alerta los sentidos. Es la hora de hacer un alto en el camino y disfrutar de las propuestas que Sigüenza y su cocina ofrecen al viajero.
No faltarán en el repertorio de cualquier familia del pueblo unas fabulosas migas. Y si bien en cada casa tienen su propia receta, todos comparten esa preferencia por balancear el plato con unas uvas frescas, con un choricito bien frito, y unos torreznos tan dorados y crujientes que embelesan a quien los prueba.
La historia de Sigüenza va muy de la mano con la Edad Media, y el aspecto culinario no podía ser menos. Prueba de ello es el gusto por la carne de caza. El ciervo, el corzo y el jabalí son manjares muy apreciados por los lugareños y los miles de visitantes que acuden a deleitarse con sus embutidos, patés y escabeches. Una pista: si te ofrecen una ensalada con perdiz escabechada, di siempre que sí. Tener la ocasión de probar un plato de sabor tan característico, con una carne con esa ternura, es de obligado cumplimiento. Aunque también habrá quien apueste por el asado, y no es de extrañar porque es verdaderamente hipnótico el ver como desde la cocina se atisba un humeante v[...]
Es fácil dejarse llevar por las calles de esta localidad y perder la noción del tiempo, quedándose absorto, tratando de averiguar la historia y todo lo que hay detrás de cada escudo y cada detalle de sus casas nobles. Sin embargo, llega la hora del almuerzo y desde las propias calles se puede apreciar aromas que ponen en alerta los sentidos. Es la hora de hacer un alto en el camino y disfrutar de las propuestas que Sigüenza y su cocina ofrecen al viajero.
No faltarán en el repertorio de cualquier familia del pueblo unas fabulosas migas. Y si bien en cada casa tienen su propia receta, todos comparten esa preferencia por balancear el plato con unas uvas frescas, con un choricito bien frito, y unos torreznos tan dorados y crujientes que embelesan a quien los prueba.
La historia de Sigüenza va muy de la mano con la Edad Media, y el aspecto culinario no podía ser menos. Prueba de ello es el gusto por la carne de caza. El ciervo, el corzo y el jabalí son manjares muy apreciados por los lugareños y los miles de visitantes que acuden a deleitarse con sus embutidos, patés y escabeches. Una pista: si te ofrecen una ensalada con perdiz escabechada, di siempre que sí. Tener la ocasión de probar un plato de sabor tan característico, con una carne con esa ternura, es de obligado cumplimiento. Aunque también habrá quien apueste por el asado, y no es de extrañar porque es verdaderamente hipnótico el ver como desde la cocina se atisba un humeante vapor que vaticina lo que se viene: una fuente de barro que contiene una suculenta pieza de cordero o cabrito, con su color inconfundible, con ese tostado que nubla los sentidos y nos hace tragar saliva…
De la tierra, la noble tierra de Sigüenza, se obtiene productos de la huerta que cimientan una gastronomía enseñada en las casas incontables generaciones atrás, transmitidas de abuelas a madres y de madres a hijas. Los ajos, los judiones, los productos de la huerta… Todos ellos redondean una gastronomía cuidada, respetada y apreciada por sus vecinos y hosteleros. Si bien es cierto que los avances y las nuevas técnicas han traído consigo propuestas muy interesantes y nuevas formas de entender la cocina, los saguntinos han tenido siempre presente los métodos, los tiempos y la dedicación con la que sus abuelos y sus bisabuelos preparaban la comida cada día, utilizando los ingredientes que estaban a su disposición, no siempre abundantes. Esa humildad, esa sencillez y ese cariño se puede apreciar si pones un poquito de atención a cada bocado que saboreas…
Quienes tengan la suerte de visitar y vivir Sigüenza a pie, tendrán también un regalo muy dulce. Tan solo con pasar por delante de la puerta de alguna de sus panaderías y pastelerías, será suficiente para caer rendidos a esos dulces aromas que emanan desde lo más hondo de sus obradores. Rosquillos, buñuelos, bizcochos borrachos y su obra magna: las yemas del Doncel. Emblema de Sigüenza, las Yemas del Doncel son un éxito por su abrumadora sencillez de sus ingredientes: agua, azúcar y yema de huevo. Un litro de agua y un kilo de azúcar al fuego, menear y menear, hasta que el azúcar se haya disuelto, tomando una textura uniforme, ambos ingredientes, un almíbar de categoría. Después se mezcla con la yema, buscando una textura uniforme que le permita formar bolitas. Un postre que sorprende hasta los menos golosos.
Esta es la gastronomía de Sigüenza. Sabor de toda la vida, recetas transmitidas en casa con apenas variaciones y siempre respetando el producto. Una gastronomía que mira mucho más allá en el tiempo… A la Edad Media. La localidad es un referente de la gastronomía medieval y prueba de ello son sus jornadas de tapas y pinchos medievales, en las que los participantes crean verdaderas obras culinarias solo y exclusivamente con productos que había en España antes del descubrimiento de América. Es gracias a ese arraigo por lo medieval que la cocina saguntina es un referente gastronómico de primer orden en nuestro país y que tú, viajero, vas a disfrutar con gusto y regocijo… ¡Buen provecho!